La Policía Nacional del Perú (PNP) atraviesa una profunda crisis de credibilidad. Los reiterados actos de abuso policial, sumados a la inacción de los altos mandos y a su aparente sometimiento al Poder Ejecutivo, han contribuido al desprestigio de una institución que, por su naturaleza, debería ser ejemplo de orden, disciplina y legalidad.
Un coronel fuera de control
Recientemente, medios de comunicación difundieron imágenes que muestran a un coronel de la PNP agrediendo a un transportista durante el paro del lunes. En el video, se observa al oficial fuera de sí, gritando, cogoteando al conductor —como si de un delincuente se tratara— y actuando de manera completamente desproporcionada frente a sus subordinados y civiles presentes.
Según versiones, el coronel incluso rompió un vidrio del vehículo. De comprobarse, no solo estaríamos ante un claro exceso policial, sino también ante un presunto delito de abuso de autoridad. ¿Qué medidas ha tomado la institución frente a este bochornoso incidente? Hasta el momento, ninguna.
Operativos montados por capricho
Otro hecho que ha indignado a la ciudadanía ocurrió cuando una suboficial PNP, vestida de civil, exigió que se exonere del pago de pasaje a sus familiares, algo que la ley solo permite para el efectivo policial. Ante la negativa del conductor, la agente realizó una llamada que derivó en un insólito operativo policial: el chofer fue detenido y el vehículo trasladado a una comisaría, manteniéndose retenido por tres días, afectando gravemente a los pasajeros.
¿Dónde quedó la proporcionalidad? ¿Por qué ningún superior frenó esta arbitrariedad? ¿Quién responde por el abuso de poder y el daño causado?
Silencio institucional y complicidad política
Lo más preocupante es el silencio cómplice de la PNP y del Ministerio del Interior. Ni una sola declaración oficial hasta la fecha. ¿Esperan que la indignación ciudadana se diluya con el tiempo? Los hechos han sido registrados y difundidos. El desprestigio no se borra con indiferencia.
Más aún, llama la atención el papel que viene jugando el actual Comandante General, Óscar Arriola. Sus declaraciones públicas, alineadas con el discurso del Ministro del Interior, dan la impresión de un intento de congraciarse con el poder político. Recordemos que no es la primera vez: cuando aún no era comandante general, afirmó que Vladimir Cerrón se encontraba en un condominio en Asia, versión que luego fue corregida sin mayor explicación.
¿Está la PNP, o al menos su cúpula, subordinándose a intereses políticos?
Se requiere liderazgo, no servilismo
La ciudadanía necesita una Policía comprometida con la ley, no con el poder de turno. La posición que hoy ocupa el Comandante General es la más alta que un oficial puede alcanzar. Pero esa distinción implica también la mayor responsabilidad. El juramento que hizo al recibir su espada como alférez debe guiar sus acciones: servir al país, no a intereses personales o políticos.
El servilismo ha sido, históricamente, una de las principales causas de la degradación institucional en el Perú. Hoy más que nunca, el país necesita una Policía que actúe con principios, respeto a los derechos humanos y apego a la legalidad.
El prestigio de la PNP no se recupera con discursos, sino con hechos. Y el primer paso es sancionar los abusos y limpiar las filas de quienes ensucian el uniforme.








