La Superintendencia Nacional de Aduana y de Administración Tributaria (SUNAT) es la entidad que, por su misión de recaudar impuestos y controlar el comercio exterior, es fundamental para la economía del Perú. Sin embargo, en los últimos meses ha generado preocupación por las constantes modificaciones en su liderazgo.
Hoy lunes 27 de octubre, en el Consejo de Ministros, se decidirá si se ratificará a Edward Tovar Mendoza en la dirección de la SUNAT o se acepta la propuesta de la Ministra de Economía de quién sería el nuevo Superintendente Nacional. La noticia llama la atención porque, apenas hace 14 días Tovar Mendoza asumió el cargo y, hace 48 horas, fue designado como Secretario Técnico del Comité que estará a cargo de Fiscalizar las actividades en el Estado de Emergencia en Lima y Callao, que preside el Ministro de Transportes.
Esta rotación rápida resulta, por decir lo menos, sospechosa.
Según la Ley Nº 29816, la designación del Superintendente de SUNAT lo realiza el Presidente de la República con el acuerdo del Consejo de Ministros, según la propuesta del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) y se le asegura una duración en el cargo de cinco años. Sin embargo, la norma parece ya no respetarse; el cargo se ha convertido en una pieza más del juego político aparentemente.
Estas movidas, que parecen coordinarse con un interés político en lugar de con criterios técnicos, generan inestabilidad y erosionan la confianza en la SUNAT. La realidad demuestra que miembros del gobierno coordinan con los que ostentan los cargos de Superintendentes, para que renuncien. ¿Que les ofrecerán para que no se opongan?
El famoso dicho “Hecha la ley, hecha la trampa” se hace evidente en este contexto. Aunque legalmente algunos cambios puedan parecer válidos, en la práctica, dejan en evidencia una manipulación que daña la institucionalidad y el prestigio de la SUNAT. Es difícil creer que un profesional renunciará a pocos días o meses después de asumir el cargo.
El daño mayor lo sufre el país. La SUNAT no es solo un recaudador de impuestos; es un pilar para facilitar el comercio exterior, lucha contra el contrabando, la defraudación de rentas de aduanas y defraudación tributaria, el tráfico ilícito de mercancía y de insumos químicos.
Por eso, la pregunta clave es: ¿Por qué se le sigue manipulado? La respuesta parece clara: para que la entidad sea un botón político. ¿Será así?
La SUNAT merece respeto y autonomía, tal como lo tiene el Banco Central de Reserva (BCR). Solo con estabilidad y respeto por su independencia podrá cumplir su rol con eficiencia, transparencia y legitimar su autoridad ante el país y quienes la integran.
Es hora de que el Perú deje de usar a la SUNAT como un botón político y la reconozca como la institución clave que debe seguir impulsando el progreso económico del país.








